20-12-1973.- LUÍS CARRERO BLANCO, J. LUÍS PÉREZ, JUAN A. BUENO
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20-12-1973.- LUÍS CARRERO BLANCO, J. LUÍS PÉREZ, JUAN A. BUENO
9ª, 10ª y 11ª VÍCTIMAS DE ETA
Con la muerte de Carrero Blanco podría decirse que se acababa definitivamente el régimen franquista y eso lo sabía muy bien ETA, como también sabía que con este asesinato se granjearían ciertas simpatías por parte de los contrarios al régimen de Franco. Al mismo tiempo conseguirían que el ejército y el gobierno se posicionasen aún más a la derecha endureciendo la dictadura, lo que produciría un importante distanciamiento del pueblo e incluso un enfrentamiento entre "las dos Españas"... En otras palabras, el asesinato de Carrero Blanco fue uno de los primeros intentos de ETA para que a España nunca llegase la democracia, pero por desgracia para ellos y por suerte para los demócratas, no se salieron con la suya... Ni el ejército se sublevó, ni el gobierno se endureció, ni el pueblo llegó a enfrentarse...
El sábado día 22 de diciembre de 1973, la Dirección General de Seguridad declaraba que los responsables del asesinato de Carrero Blanco eran seis jóvenes de la organización revolucionaria y terrorista vasca ETA (Euzkadi ta Azkatasuna, País Vasco y Libertad) y daba los nombres, la filiación y las fotografías de los “presuntos” culpables:
José Ignacio Abaitúa Gómez, de 23 años, constructor de la galería donde se colocó la carga explosiva.
Pedro Ignacio Pérez Beotegui Wilson, de 25 años. Uno de los que planeó el atentado.
José María Larreategui Cuadra, de 27 años, que fue, al parecer, quien alquiló el sótano de la calle de Claudio Coello.
José Miguel Beñarán Ordeñana Argala, de 24 años. Hizo el tendido eléctrico mediante el cual se provocó la explosión.
José Antonio Urriticoechea Bengoechea, de 23 años.
Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban, de 28 años.
Pocos años después España conseguía ser una de las mejores democracias del mundo.
“Al evocar a los héroes de la lucha antifranquista no es posible olvidar la actividad de los obreros, estudiantes e intelectuales del País Vasco, entre los que destacan los comunistas, los católicos progresistas y los militantes nacionalistas de ETA, que al luchar por los derechos nacionales de Euzkadi, lo hacen por la libertad de todos los pueblos de España”. (Conferencia celebrada en Moscú, en junio de 1969)."
Las dos personas que los terroristas asesinaron junto a Carrero Blanco fueron, su escolta Juan Bueno Fernández de 50 años y su conductor, un civil llamado José Luis Pérez Mogena, de 32 años.
He buscado más información de ellos, pero no he conseguido encontrar más datos.
Transcribo a continuación unos versos que dedicó a la muerte del Presidente, el ministro de Educación y Ciencia del gabinete de Carrero Blanco, Julio Rodríguez Martínez:
Esta noche, puedo escribir los versos más tristes...
Versos zozobrantes en torrentes de lágrimas.
Rimas que saben de llanto y de congojas.
Con sabor de cera y besos de cirios.
Esta noche puedo escribir versos muy tristes.
Con tristeza cósmica, abismal, de fosa profunda.
Versos con rimas heridas por la muerte.
Prosa aplastante, plúmbea, seca de sonrisas.
Sonidos rudos, lacerantes, de piedras sobre ataúdes.
Claveles rojos mancillados por la arcilla.
Un hoy sin mañana y sin futuro.
Sólo la esperanza si se mira a las estrellas.
Pasos trémulos entre fosas frescas y cruces.
Humanidad dolorida, opaca al consuelo.
Gemidos que arañan en la tierra mojada.
Yo puedo escribir esta noche versos muy tristes.
Rotos, agonizantes, con mi musa muerta.
NOTA: Como se puede comprobar, ya desde entonces ETA no se paraba en minucias a la hora de conseguir sus objetivos. Si quería asesinar a una determinada persona no le importaba que también cayesen con ella todas las que en aquel momento estuviesen a su lado.
En eso ETA no ha cambiado nada... Aunque en el fondo, ¿ETA ha cambiado en algo?.
Franco ya no existe, la dictadura ya no existe, la guerra civil ya terminó, pero en cambio el terrorismo aún sigue provocando muertos y la carroña etarra sigue existiendo en pleno siglo XXI.
Las ratas de alcantarilla de Eta, esos despojos, esas masas amorfas que ponen bombas y matan por la espalda, siguen hoy día justificando sus acciones, con estúpidas mentiras.
Eta ha demostrado que cuando ponían bombas durante la dictadura no luchaban contra Franco, porque de lo contrario habrían dejado de poner bombas hace ya varias décadas. Los atentados durante la dictadura estaban tan injustificados y eran tan repugnantes como los de ahora.
ATENTADO DE LUÍS CARRERO BLANCO, MINUTO A MINUTO:
- Miércoles, 19 de diciembre, 18 horas.
Llovizna en Madrid, se está mal en la calle. Los dos electricistas (etarras), con los monos sucios de barro, apoyan la escalera en la fachada del número 104 de la calle de Claudio Coello y, con gesto de fastidio, empiezan a tender unos cables en la pared, hacia la esquina con Diego de León. Los porteros de los inmuebles vecinos se asoman, preguntan para qué es todo aquello. Ellos dicen que en el sótano del 104 hay un escultor que necesita potencia industrial. - Jueves, 20 de diciembre, 8 horas.
Los dos electricistas (etarras) conectan un extremo del cable a una batería y comprueban que el mecanismo funciona. Luego se van a desayunar a la cafetería "Chikito". A eso de las 8:30, otro electricista (etarra) estaciona un Austin Morris 1300 en doble fila, exactamente delante del número 104 de Claudio Coello. Quien quiera pasar por allí tendrá que reducir la velocidad si no quiere rayar la pintura del coche. Más o menos a esa hora, el presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, se dispone a salir de su casa, en la calle de los Hermanos Bécquer. Sube a su Dodge-Dart negro y blindado, matrícula PMM-16416, y se dirige a la cercana Iglesia de los Jesuitas de Serrano para oír Misa de nueve. Lleva haciéndolo exactamente así desde hace años. - 9:00 horas.
El presidente ocupa el tercer banco del templo. Como siempre. Comulga, también como siempre, y sale de la Iglesia a las 9:25. En ese instante, un electricista (etarra) aguarda en la esquina de Claudio Coello con Diego de León, observando sin pestañear lo que pasa en la primera de esas dos calles. Otro etarra espera en la esquina de enfrente con una cartera en la que se oculta un dispositivo eléctrico. - 9:35 horas.
El coche del Almirante dobla la esquina de Juan Bravo con Claudio Coello. Regresa a su domicilio. Como todos los días. Le sigue otro Dodge-Dart con los escoltas. El automóvil de Carrero Blanco se detiene unos segundos para permitir que una mujer, que lleva de la mano a una niña pequeña, cruce la acera. El chófer del Presidente, José Luis Pérez Mógena, se da cuenta de que hay un coche pequeño aparcado en doble fila hacia la mitad de la calle: acciona el intermitente derecho y reduce la velocidad para pasar sin rayar la carrocería. - 9:36 horas.
El electricista (etarra) que lleva el dispositivo eléctrico oye la voz nerviosa de su compañero etarra: "¡Ahora!", y acciona el mecanismo. El conductor del coche que va detrás del Dodge-Dart de Carrero se queda lívido al ver cómo la calle, la calzada gris, se pone literalmente de pie delante de su parabrisas. Todo tiembla y se oye un ruido sordo, como un trueno lejano, que dura dos o tres segundos. El conductor mete la marcha atrás y, cuando está a punto de retroceder, cae sobre su vehículo un infierno de piedras, cascotes, ladrillos y trozos de asfalto, que hiere a uno de los escoltas que van en el asiento de atrás. El Dodge Dart negro en el que viajaba Carrero Blanco se elevó a una altura de 20 metros pese a sus 2.300 kilos de peso. Al mismo tiempo, los electricistas (etarras) echan a correr hacia Diego de León. Los pocos transeúntes que se asoman a ver qué ha pasado se cruzan con ellos y les oyen gritar: "¡Gas, gas! ¡Ha sido el gas!". Los electricistas (etarras) suben a un coche en marcha y desaparecen. - 9:40 horas.
El Padre Jiménez Berzal, jesuita, llega a la carrera, con los Santos Óleos, a la terraza en donde ha caído el Dodge-Dart. Ve que, entre el amasijo de hierros, asoman dos manos; les da la extremaunción a toda prisa, sin saber de qué o de quiénes se trata. Luego vuelve al edificio y se tropieza con otros jesuitas y con dos hombres que suben las escaleras a todo correr. Uno es el inspector Alonso, de la escolta presidencial. El otro viene ensangrentado. Alonso grita: "¡Policía!" y se abre paso a empujones. Y un segundo después, al ver lo que queda del coche que sigue humeando en la terraza, con las ruedas hacia el cielo, se le quiebra la voz: "¡Y ése es el coche del Presidente!". Minutos después llegan los bomberos y, con mucho esfuerzo, sacan a los tres ocupantes. Alguien se fija en que el intermitente derecho del vehículo no ha dejado de funcionar. - 9:55 horas.
Una ambulancia llega a la clínica Francisco Franco con las tres víctimas. Una vive aún: es el chófer, José Luis Pérez Mógena, que dura apenas unos minutos más. Los otros dos, el inspector Bueno (escolta del Almirante) y el Presidente del Gobierno, llegan ya muertos. Carrero está pálido y con un leve color violáceo, pero no sangra ni muestra heridas graves. Tan sólo las piernas llaman la atención: tiene los pies colocados en una posición imposible, retorcidas hacia atrás, como las de un muñeco roto por la crueldad de un niño, pero no parece ocurrirle nada más. Sin embargo, cuando el Director de la Clínica, Manuel Hidalgo, apoya levemente su mano sobre el pecho del Presidente, el tórax cede "como si estuviese vacío debajo del abrigo", dice el médico. Carrero ha muerto en el acto, literalmente reventado por dentro.
Carrero Blanco llega ya cadáver a la Ciudad Sanitaria “Francisco Franco”, presentando las siguientes lesiones:
“Fractura de maxilar inferior, fractura de ambas clavículas, aplastamiento torácico, fractura abierta de tibia y peroné derecho, tercio medio inferior, fractura luxación abierta del tarso en miembro inferior izquierdo, fractura con minuta de medio pie derecho. Epistasis traumática”.
El inspector Bueno también ingresa cadáver: aplastamiento craneal y torácico.
El conductor Pérez Mogena es el único que llegó en estado preagónico, falleciendo a los pocos instantes de ingresar. - 10:30 horas.
Hacia las 10:30 llegó al “Francisco Franco”, Angelines Carrero Pichot, esposa del doctor Schoendorff.
En un despacho la recibió el doctor Manuel Hidalgo, director de la Ciudad Sanitaria y gran amigo del presidente y de toda su familia, comunicándole la terrible noticia. Angelines, con gran entereza, llamó por teléfono a su madre, doña Carmen Pichot, la cual llegó al “Francisco Franco” cerca de las once de la mañana. Poco más tarde llegaba el cardenal-arzobispo de Madrid, monseñor Enrique y Tarancón, acompañado por el vicario general de la diócesis, el jesuita padre Patino. Poco antes de las 12 horas llegan los príncipes don Juan Carlos y doña Sofía.
Dos de los hijos del presidente, Guillermo y Luis, estaban destinados en Cádiz, como marinos. El ministro del Aire, Julio Salvador y Díaz-Benjumea , dispuso un avión “Mystere”, para traer a los hijos de Carrero. Cuando todos los hijos estuvieron reunidos, doña Carmen Pichot, tuvo una acción de emotiva grandeza. Hizo prometer a sus hijos, ante el cadáver de su padre, que nunca pedirían venganza por su muerte. Justicia, sí; pero jamás venganza.
Demostrando la baja catadura moral de algunos monstruos, que no personas, brindaron con champán el vil y criminal asesinato. Para el hijo del Presidente, Luis Carrero Pichot, que algunos alzaran la copa para celebrar la acción de ETA es algo muy difícil de entender, aun hoy: “No puedo pensar que una persona pueda celebrar un asesinato con champán es un ser normal. Que políticamente digan, bueno, esto va a ser una solución... Ahora, que lo celebren con champán... Yo nunca voy a celebrar con champán la muerte de los asesinos de mi padre, eso se lo garantizo. Ni con champán ni de ninguna forma.”
- 11:00 horas.
El Vicepresidente del Gobierno, Torcuato Fernández-Miranda, llega al Palacio de El Pardo para darle a Franco la noticia. Franco se estremece en silencio. "Me han cortado el único hilo que me unía con la vida" , dijo Franco al enterarse del asesinato, cuya muerte lloró apenadamente.
Con la muerte de Carrero Blanco podría decirse que se acababa definitivamente el régimen franquista y eso lo sabía muy bien ETA, como también sabía que con este asesinato se granjearían ciertas simpatías por parte de los contrarios al régimen de Franco. Al mismo tiempo conseguirían que el ejército y el gobierno se posicionasen aún más a la derecha endureciendo la dictadura, lo que produciría un importante distanciamiento del pueblo e incluso un enfrentamiento entre "las dos Españas"... En otras palabras, el asesinato de Carrero Blanco fue uno de los primeros intentos de ETA para que a España nunca llegase la democracia, pero por desgracia para ellos y por suerte para los demócratas, no se salieron con la suya... Ni el ejército se sublevó, ni el gobierno se endureció, ni el pueblo llegó a enfrentarse...
El sábado día 22 de diciembre de 1973, la Dirección General de Seguridad declaraba que los responsables del asesinato de Carrero Blanco eran seis jóvenes de la organización revolucionaria y terrorista vasca ETA (Euzkadi ta Azkatasuna, País Vasco y Libertad) y daba los nombres, la filiación y las fotografías de los “presuntos” culpables:
José Ignacio Abaitúa Gómez, de 23 años, constructor de la galería donde se colocó la carga explosiva.
Pedro Ignacio Pérez Beotegui Wilson, de 25 años. Uno de los que planeó el atentado.
José María Larreategui Cuadra, de 27 años, que fue, al parecer, quien alquiló el sótano de la calle de Claudio Coello.
José Miguel Beñarán Ordeñana Argala, de 24 años. Hizo el tendido eléctrico mediante el cual se provocó la explosión.
José Antonio Urriticoechea Bengoechea, de 23 años.
Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban, de 28 años.
Pocos años después España conseguía ser una de las mejores democracias del mundo.
“Al evocar a los héroes de la lucha antifranquista no es posible olvidar la actividad de los obreros, estudiantes e intelectuales del País Vasco, entre los que destacan los comunistas, los católicos progresistas y los militantes nacionalistas de ETA, que al luchar por los derechos nacionales de Euzkadi, lo hacen por la libertad de todos los pueblos de España”. (Conferencia celebrada en Moscú, en junio de 1969)."
Las dos personas que los terroristas asesinaron junto a Carrero Blanco fueron, su escolta Juan Bueno Fernández de 50 años y su conductor, un civil llamado José Luis Pérez Mogena, de 32 años.
He buscado más información de ellos, pero no he conseguido encontrar más datos.
Transcribo a continuación unos versos que dedicó a la muerte del Presidente, el ministro de Educación y Ciencia del gabinete de Carrero Blanco, Julio Rodríguez Martínez:
Esta noche, puedo escribir los versos más tristes...
Versos zozobrantes en torrentes de lágrimas.
Rimas que saben de llanto y de congojas.
Con sabor de cera y besos de cirios.
Esta noche puedo escribir versos muy tristes.
Con tristeza cósmica, abismal, de fosa profunda.
Versos con rimas heridas por la muerte.
Prosa aplastante, plúmbea, seca de sonrisas.
Sonidos rudos, lacerantes, de piedras sobre ataúdes.
Claveles rojos mancillados por la arcilla.
Un hoy sin mañana y sin futuro.
Sólo la esperanza si se mira a las estrellas.
Pasos trémulos entre fosas frescas y cruces.
Humanidad dolorida, opaca al consuelo.
Gemidos que arañan en la tierra mojada.
Yo puedo escribir esta noche versos muy tristes.
Rotos, agonizantes, con mi musa muerta.
NOTA: Como se puede comprobar, ya desde entonces ETA no se paraba en minucias a la hora de conseguir sus objetivos. Si quería asesinar a una determinada persona no le importaba que también cayesen con ella todas las que en aquel momento estuviesen a su lado.
En eso ETA no ha cambiado nada... Aunque en el fondo, ¿ETA ha cambiado en algo?.
Franco ya no existe, la dictadura ya no existe, la guerra civil ya terminó, pero en cambio el terrorismo aún sigue provocando muertos y la carroña etarra sigue existiendo en pleno siglo XXI.
Las ratas de alcantarilla de Eta, esos despojos, esas masas amorfas que ponen bombas y matan por la espalda, siguen hoy día justificando sus acciones, con estúpidas mentiras.
Eta ha demostrado que cuando ponían bombas durante la dictadura no luchaban contra Franco, porque de lo contrario habrían dejado de poner bombas hace ya varias décadas. Los atentados durante la dictadura estaban tan injustificados y eran tan repugnantes como los de ahora.
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